Cumbre es el nombre de una reunión de los más importantes mandatarios de dos o varios países. Sus fines pueden ser muchos, pero generalmente se intenta tratar asuntos de interés de los países cuyos mandatarios se reúnen.Se da a este tipo de reuniones el nombre de cumbre, porque la cumbre es el punto más elevado de las montañas. No hay nada superior.
Comúnmente se entiende por Cumbre una concentración de personas con el objetivo de realizar propuestas o análisis de situaciones del contexto. Por lo regular las cumbres las hacen siempre los de arriba, el gobierno central, regional o local, y en los niveles nacional e internacional, en cócteles y mansiones de lujo. En estos escenarios de derroches y pasiones, unos pocos son los que deciden por el pueblo.
Fortalecer, los procesos de Convergencia, Unidad, y Articulación de las Organizaciones Sociales y Movimientos Políticos Alternativos en perspectiva de nuevas formas de Movilización Social que contribuyan a defender la vida, los territorios, los procesos organizativos.
Concertar un Programa Mínimo de Lucha de las Organizaciones Sociales y Movimientos Políticos Alternativos a nivel Nacional.
Crear mecanismos efectivos de coordinación de las Organizaciones sociales en el País.
Activar mecanismos y canales de comunicación e intercambio en el orden Nacional e internacional (estrategia de comunicación).
Lograr un acuerdo político entre las Organizaciones Sociales y Movimientos Políticos del país para promover acciones comunes frente a: la guerra antiterrorista, el modelo de desarrollo, el plan Colombia, el TLC y la Reelección del Presidente.
PARA QUÉ SIRVE LA CUMBRE
“Ya no hay lugar para la ingenuidad”, decía un periodista del centenario medio gráfico de Mar del Plata durante un encuentro de profesionales de la comunicación, en la sucursal Monolito del Banco Creedicoop de dicha ciudad, para hablar de las bondades de la Cumbre de los Presidentes. La sonrisa de los marplatenses ya se transformó en una mueca de preocupación. A menos de tres meses de la llegada de los presidentes de América a “la Feliz”, la millonaria cifra anunciada por el Presidente para la realización de obras no va a repercutir en la mayoría de los marplatenses y el tema de la inseguridad se cuela mediáticamente en la agenda de la mayoría de los vecinos.
“Para nada, ¿en qué podemos influir nosotros?”, dice Carlos, un jubilado que hace la cola esperando las 10, que el banco abre sus puertas. “Vienen con todo cocinado, y nosotros ni siquiera vamos a ver un peso de los millones que dicen se van a invertir en obras”, le confió a 8 de Octubre este vecino del barrio Juramento.
“Yo si pudiera me iba”, aseguró un tachero. “No hay información de nada, si vamos a poder trabajar por toda la ciudad, si los pibes van a poder ir al colegio, quiénes van a realizar el censo a las personas que viven dentro de la zona de exclusión, cuál va a ser la zona, pareciera que estamos organizando un asado, donde vienen unos amigos del exterior.” Atrás parece quedar la instalación mediática local que entusiasmaba a hoteleros, comerciantes, concejales e intendente. Un relevamiento realizado por una consultora indica que más del 70 por ciento de los marplatenses cree que la Cumbre no va a servir de mucho y repudia la presencia del presidente de EEUU, George W. Bush.
Mientras tanto, los medios van trabajando en otra instalación. La de la ciudad sitiada que busca justificar los 12 mil hombres de seguridad que habrá en Mar del Plata en esos días. “Túneles secretos, espías disfrazados, francotiradores apostados en las torres más altas, vecinos censados por la policía, obreros por todas partes (sic) y mucho, mucho miedo”, escribía Carlos Savoia, enviado especial del diario Clarín, en un informe de investigación (Clarín, 31 de julio de 2005).
Ninguna de las instalaciones de los medios locales y nacionales, la de la de los comerciantes felices esperando hacer explotar sus arcas, ni la de la ciudad en peligro, nos permiten ver la verdadera fotografía de la Cumbre.
“Por su puesto que Mar del Plata será una ciudad sitiada”, aseguró Héctor De la Cueva, dirigente social mexicano, uno de los organizadores de la Cumbre de los Pueblos. “Lo fue Quebec en el 2.001 (donde se realizó la última Cumbre de los Presidentes). Y allí los presidentes estaban encerrados en una muralla, en la altura. Pero las fuerzas de seguridad fueron tan extremis-tas con su plan de seguridad, que se asegura que se arrojó una granada lacrimógena por minuto. Hasta los presidentes lloraron”, dijo De la Cueva.
Si a las afirmaciones del dirigente social mexicano las ubicamos en un contexto donde los atentados del terrorismo islámico (con los hechos ocurridos en Londres y en Egipto) parecen entrar en un espiral sin retorno contra la política imperialista de los EEUU y sus aliados en Medio Oriente; todo parece servido para el sueño de militarización de Bush (ese que los medios de comunicación tradicionales se olvidan) no sólo para los tres días de la Cumbre, sino para el futuro de América. A nadie tendría que sorprender que una de las conclusiones de la Cumbre de los Presidentes sea que no hay posibilidad de creación de trabajo, eliminación de la pobreza o fortalecimiento de la democracia (los leimotiv de esta cumbre), sin la destrucción de este nuevo enemigo: el terrorismo. “Y al terrorismo hay que enfrentarlo con sus mismas armas”, no se inmutaron en coincidir, poco después del atentado en Londres, el primer ministro Blair y el presidente Bush. ¿Y cómo se elimina para EEUU este nuevo enemigo en América?: militarizando la región, con la instalación de bases militares norteamericanas en todo el territorio, uno de los objetivos de los EEUU en el relanzamiento de esta Cumbre de las Américas en Miami en 1994 (iniciativa que también garantizaría la otra intención, imponer un área de libre comercio desde Alaska a Tierra del Fuego).
Desde la lógica más elemental, cualquier persona puede concluir que la violencia siempre (y la historia es testigo) ha engendrado más violencia. La expansión sin límites del modelo bélico que se consolidó con la Guerra del Golfo, no ha arrojado otras víctimas que ciudadanos civiles.
La violencia del libre comercio no ha ido a la zaga. El NAFTA, el experimento del ALCA, mutó sus promesas en desocupación, precarización laboral y sueldos deprimidos.
No es posible hablar de trabajo, de eliminación de la pobreza, de fortalecimiento de la democracia, sin la participación de los pueblos en ese debate. Las organizaciones sociales e instituciones ciudadanas que le brindaron oxígeno a la democracia en sus momentos de agonía. Sólo hay que remontarse a diciembre del 2.001 para darse cuenta. “La gente ya no espera gran cosa de los políticos, no por lo que ve de corrupción e inoperancia, sino porque se han dado cuenta que no tienen poder para cambiar las cosas”, dice el ex secretario de Cultura, Torcuato Di Tella. También por que se ha dado cuenta que fue ella, desde su organización y participación, la que ha logrado cambios graduales.
No es posible hablar de seguridad desde la militarización. Los hechos lo certifican, la seguridad no se logra militarizando, sino a partir del desarme de las grandes potencias, la soberanía e integración de los pueblos y la solidaridad.
¿Y para qué sirve la Cumbre?
Para que desde la participación, la denuncia y la acción, sigamos demostrando que desde el pie se puede seguir construyendo.
Este es el año de las cumbres mundiales, acontecimiento sin duda de gran importancia. El Perú ganará en presencia internacional, lo que consolidará al país como destino de inversiones, turístico, de interés en general. Tendremos importantes visitantes de todas partes del mundo, y debemos atenderlos de la mejor manera. Las cumbres se presentan como una expresión de lo bien encaminado que va el país, y de lo mejor que irá en el futuro si este rumbo se consolida.Sin embargo, los preparativos de las reuniones de este año expresan muchos de los problemas que aún quedan por resolver, y de cómo no se aprovechan para desarrollar capacidades que queremos potenciar, sino que se sacrifican y postergan. Algunos sectores no se benefician; peor aun, retroceden. Uno de ellos parece ser el de la cultura.
Teniendo visitantes de tantas partes del mundo, sería lógico pensar en exhibir lo mejor de nuestra actividad cultural. Sin embargo, el Museo de la Nación está siendo sacrificado para ser sede de algunas de las reuniones, lo que implica su por lo menos parcial paralización como museo. Peor es la situación de la Orquesta Sinfónica, que se ha quedado sin lugar para ensayar, problema solucionado parcialmente; más grave es el caso de nuestro Ballet Nacional, que se quedó sin un lugar adecuado donde ensayar las coreografías de su próxima temporada.
Estos problemas se suman a otros que han ido agravándose en los últimos años: bajos salarios, régimen laboral precario, horarios y condiciones de trabajo inadecuados para la actividad artística… que han generado protestas que, en vez de propiciar espacios de diálogo, han dado lugar a sanciones. Recordemos también los esfuerzos que se hacen en el Museo de Arte de Lima para crear una oferta de museos más atractiva, que no cuentan con el respaldo político que deberían tener. Finalmente, ya casi resulta iluso insistir en que Lima, que se quiere globalizar, carece de un teatro digno para la presentación de elencos grandes. ¿Se acuerdan del Teatro Municipal?
Es comprensible que haya que hacer sacrificios en el año de las cumbres mundiales; sin embargo, habría que demostrar que ellos tienen recompensas, compensaciones concretas después. Un excelente indicador de que el rumbo que sigue el país es el correcto sería una mayor promoción y apoyo a la cultura.La Orquesta Sinfónica, el Ballet y el Coro Nacional, el Museo de Arte de Lima, entre otros, hacen un trabajo esforzado con resultados de un buen nivel, y cuentan con el apoyo del público. Pero sin un mayor respaldo del Estado no podrán despegar. Así como hacemos méritos para ganar el ‘grado de inversión’, deberíamos hacer esfuerzos equivalentes para que nuestra actividad cultural alcance estándares internacionales de excelencia.